miércoles, 14 de abril de 2021

Sobre el periodismo científico


La primera reflexión viene dada porque todo el periodismo lo es, o por lo menos debería serlo, en cuanto a su elaboración, científico. Trabajo fruto de seguir un método, de hechos comprobables y de carácter público. Los eventos relacionados con la presente pandemia que padece la humanidad, nos han mostrado unas situaciones muy preocupantes, no tanto ligadas con el periodismo profesional, pero si con la difusión de informaciones públicas, a nivel masivo, que circulan valiéndose de los avances tecnológicos en lo que se basan las denominadas “redes sociales”, y cuyos contenidos han llegado a ser nefastos, ya que han intentado posicionar a la superchería, a la psudociencia (en el mejor de los casos), y a las teorías conspirativas. Capítulo aparte merecerían los interesados en la defensa del “movimiento antivacunas”, verdaderos sicarios contemporáneos.

Sin lugar a dudas, las informaciones referidas al trabajo de la comunidad científica, sus avances y hallazgos, debe seguir teniendo un lugar de primera importancia, en los medios estratégicos de prensa. Mejor aún, dicha participación o presencia, debería ser cada vez mayor en cuanto a cantidad, profundidad, y espacio que se le conceda a las publicaciones. Ya en cuanto a los productos, propiamente de carácter científico, en donde son famosas por ejemplo las revistas indexadas Nature, Science o Lancet (por citar algunas), lo ideal es que sus contenidos puedan ser cada vez más replicados por parte de la comunidad educativa, desde los niveles básicos hacia sus estudiantes, en el mundo entero.

Quiero mencionar en el campo audiovisual, a la serie Cosmos. Ya habíamos tenido la oportunidad de ver la versión realizada en la década de los ochentas, con la cocreación y participación del astrónomo Carl Sagan; y ahora, la versión contemporánea es transmitida por el canal de televisión de la National Geographic, con dos etapas de producción, hacia 2014 y 2020, ambas presentadas por el astrofísico Neil deGrasse Tyson. Esta obra cumple el doble propósito de la enseñanza y transmisión de sus contenidos científicos, en un lenguaje claro y ameno, pero también inculca el amor y respeto, a la ciencia propiamente dicha, que más que ser un fin en sí mismo, se plasma como el énfasis en un modo de ser empático, en el que priman el verdadero respeto hacia toda la creación, su comprensión y la imperiosa necesidad de su conservación. 


Arqueólogo Howard Carter, con el sarcófago del emperador egipcio Tutankamón (1923)
Fotografismo sobre imagen de la www.


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