martes, 18 de agosto de 2020

Sobre la pérdida por parte de la República de Colombia, del Departamento de Panamá


Este es un relato de ficción histórica, soportado en la bibliografía que se suministra. Los hechos y personajes de fondo, son reales. 

(Es una publicación sin ánimo de lucro.)


Ciudad de Panamá, Colombia. Hacia finales del siglo XIX
Fotografismo sobre imagen de la www,


Terra autem per corruptionem amittitur
(La tierra se perdió por la corrupción)


28 de Mayo de 1933. En una calle populosa de Ciudad de Panamá, el General (r)  Esteban Huertas de 64 años, pequeño, de facciones indígenas, a quien le falta el brazo izquierdo, avanza con dificultad entre la gente. Un grupo de adolescentes pasa corriendo, y lo empujan contra una pared, casi cae. Unas mulatas lo observan y ríen: “Hay casi tumban al mochito”.

Arriba al muelle y le pregunta a un estibador por la prensa de Colombia, un niño se acerca y le da un ejemplar de El Espectador, Esteban lo lee, cae de rodillas y llora de emoción.

Llega a su casa, sencilla pero pulcra. Allí su única empleada, la Señorita Abigail Céspedes, con  20 años de edad, bonita y de aspecto caribeño, lo recibe; ella sostiene una prótesis de madera con caucho, y le pregunta que: "¿Por qué se fue sin eso?". A lo que él le responde: “Niña, es que nos toca seguir viviendo sin lo que nos arrebatan”. Deja el periódico en una mesa, en el titular se lee: “¡Victoria en Leticia!”, es el anunció de que Colombia ha derrotado al Perú, en la guerra.

En una batalla de la Guerra de los Mil días en 1900, en Tumaco (actual Nariño), en el -sitio del Morro-, al mando de tropas pertenecientes al partido de gobierno, el Conservador, Esteban Huertas recibe una cañonazo, en el brazo izquierdo y lo pierde.

En el solar de su casa el exgeneral Huertas, en una mecedora, toma una limonada que le ha traído Abigail, quien se ha sentado en un butaco, enfrente suyo. Le dice a su abnegada acompañante: "Mira, han pasado treinta años, pero es como si hubiera sido ayer, por la tarde". Y se dispone a hacer, la que se ha tornado en una de sus actividades principales: beber alcohol. 

Para comprender que significaba ser oficial de carrera, del Ejército de Colombia, es importante considerar que tan sólo tres días después, de la proclamación de Independencia del 20 de Julio de 1810, se creó el embrión de lo que sería el Ejército Nacional, con componentes de infantería  y caballería, llamado Batallón Voluntarios de Guardias Nacionales, y al mando del Teniente Coronel Antonio Baraya.

Ya en los años siguientes fue comandado por Simón Bolívar, quien se definía a sí mismo como colombiano, y dirigiendo una fuerza armada de miles de hombres, enfrentó al ejército español, que para el periodo conocido como de Reconquista, se presentó en América reforzado por su experiencia en las guerras napoleónicas, y decidido a no perder las valiosas posesiones del imperio. Sin embargo, fueron vencidos por el ejército patriota. Este triunfo marcó para siempre los principios de honor y gloria, que aún hoy se pregonan e intentan inculcar, al interior de las fuerzas armadas colombianas. Precisamente en la Guerra de Independencia, existió el batallón Istmo, con activa participación en varias gloriosas ocasiones. En 1821, Panamá pidió ser parte de Colombia.

En lo que siguió al siglo XIX, se vivió un clima constante de confrontaciones internas, siendo la más significativa de ellas la guerra civil conocida como la Guerra de los Mil Días (1899 - 1902), la cual vio mucha acción en Panamá, con por lo menos sesenta combates en este departamento (220 en total para toda la guerra), y fue precisamente en la bahía de Panamá, a bordo del acorazado estadounidense Wisconsin, en donde se firmó la paz.

A principios del siglo XX, Panamá era uno de los 9 departamentos de Colombia, con unos 350 mil habitantes. La capital, por población y probablemente por su contacto con el mundo, se podría considerar como la 2a. ciudad en importancia. No era una región más pobre o menos pobre que el resto del país, más olvidada o menos olvidada, que el resto de las zonas lejanas de Bogotá. Pero eso sí, parte inobjetable de la nación, aunque queda la sensación que, optaban por estar con el resto de ella, a conveniencia.

Aunque en Julio de 1903, Esteban Huertas ya protagoniza en un cuartel un episodio de insubordinación, es General y ocupa el cargo de Comandante del Batallón Colombia, el principal con poder de acción, en el Departamento de Panamá, República de Colombia. Hay un movimiento separatista, y aunque existen sentimientos en tal sentido, en una parte de la población, ellos operan en todo caso clandestinamente, realizando movimientos audaces, enviando a delegados a negociar con los Estados Unidos; cuentan con adeptos especialmente en miembros del Partido Liberal, quienes entre otras, han quedado dolidos por el fusilamiento de uno de sus líderes, Victoriano Lorenzo, porque se negó a rendirse tras la finalización de la Guerra de los Mil Días (21 de Noviembre de 1902) y tienen especialmente también la complicidad del gobernador José Domingo de Obaldía, que había sido nombrado por el Presidente José Manuel Marroquín, posiblemente en la creencia que con esa acción neutralizaban a los separatistas, lo cual resultaría precisamente en lo contrario. 

El tren (Compañía del Ferrocarril de Panamá) es muy importante y cumple las funciones que posteriormente suplirá el Canal. Es de propiedad de la misma empresa francesa (Compagnie Nouvelle du Canal), que aún está a cargo de la descomunal obra de ingeniería. Esta empresa está preocupada, porque la concesión para la construcción del canal, tratado Salgar Wyse, se vence en noviembre de 1904, y por tal razón el Congreso de Colombia, que ha tenido una postura dura de negociación frente a los Estados Unidos (los más interesados en el proyecto), deja vencer el periodo de sesiones de 1903, aplazando la trascendental decisión de fondo, de aprobar el Tratado Herrán - Hay (con EEUU), para retomarlo después que los franceses hayan entregado el tren a Colombia, lo que ellos no quieren, porque su deseo es que los norteamericanos les compren el tren, ya que los franceses están en quiebra; por lo tanto esta empresa se ha vuelto aliada de los independentistas panameños, porque cree que si el istmo se libera, con el nuevo gobierno panameño, los norteamericanos entrarán al país y ellos se salvarán.

Manuel Amador Guerrero (Cartagenero), profesa sentimientos de animadversión por Colombia, tiene motivos personales de venganza hacia el Presidente Marroquín, quien apoyó a otra persona, para una curul del Senado por el departamento de Panamá. Cuenta con antecedentes de deserción (cobardía), en la Guerra de los Mil días Ha sido médico del Ferrocarril y lo es del Batallón Colombia, y será el primer presidente constitucional Panameño (remplazará al de facto Demetrio Brid), este doctor manipula al General Huertas, mediante el recurso de esparcir rumores, relacionados con su presunta destitución, aunque Huertas ha contemplado pedir la baja, por falta de recursos. Pero para asegurarse y poder tenerlo del lado de la causa separatista, en compañía de sus "conmilitones", lo sobornan dándole en un pequeño baúl, 25 mil dólares en dinero y oro, más unas escrituras, y el ofrecimiento de comandar del ejército del futuro país (cuando esto se cumpla le darán 50 mil dólares adicionales, con los cuales viajará a Europa). Traiciona Esteban de esta manera, a la República de Colombia, en hechos que ocurren en una noche de lluvia, en una hacienda a las afueras de la ciudad de Panamá.

Tiene el General Huertas un estafeta de confianza, el Cabo Demóstenes Rugeles, con el que dialoga y a quien entre varios temas, le habla especialmente sobre Simón Bolívar, su heroísmo, inteligencia y mensajes (en sus memorias, delirantes, se compara con él). Admira mucho al Libertador, y como boyacense y militar de carrera, sabe todo sobre la gesta independentista. También le gusta referirse a la manera en qué con tan sólo 8 años de edad, se escapó de su casa y se unió primero, a una comunidad religiosa, y poco tiempo después al ejército, en donde siempre se mostró arrojado y decidido. Su primer cargo fue el de aguatero, luego fue tambor mayor, cabo, siendo aún adolescente ya era sargento y fue llevado a Panamá, siempre vinculado al Batallón Colombia y también muy joven fue nombrado General. En todo caso, en su vida militar estuvo y combatió en muchísimos lugares de la Colombia continental. Es él, tal como ocurre ahora, como pasó en la misma Panamá durante la Guerra de los Mil días, un hijo de la violencia.

Es un hombre en conflicto, que sabe y entiende que es sobornado, y qué así como el perdió su preciado brazo, Colombia perderá, en gran parte bajo su responsabilidad, un invaluable territorio. Aunque lo han convencido sobre su remoción del cargo, y no se siente suficientemente apoyado desde el mando central en el asunto de los recursos logísticos, especialmente económicos, entiende la gravedad de su actuación. Tiene ya esposa panameña, la Señora Joaquina Ponce Fierro, y un hijo recién nacido (en octubre), previendo la disyuntiva de tener que escoger, manifestó poner primero a su familia que al Ejército. Se ve a sí mismo como invalido (y fuentes lo señalan incluso de haber sido analfabeta, por lo menos durante mucho tiempo). Es una persona en situación de resentimiento.

El Presidente Marroquín sabía que era vital remozar la fuerza militar de Colombia, en el Departamento de Panamá, y le ofreció la misión a varios importantes veteranos de la Guerra de Los Mil Días. Quienes, quizás por sentirse agotados, o porque los nefastos sucesos por venir se presentían, se niegan. Sólo acepta un General que recibe  mando prácticamente sobre toda la zona caribeña colombiana, incluyendo el Departamento de Panamá que empieza cometiendo el desaguisado, de, en el trayecto desviar la ruta al actual Norte de Santander, en donde estaba la familia de su esposa, ello hizo que su viaje al Istmo tomara alrededor de 45 días. Demasiado para las circunstancias.

Hacia la media noche, del 2 de noviembre (1903) llega a Colón, en la costa atlántica panameña, al oficial escogido, probado, curtido, General Juan B. Tovar, a su vez comandando el Batallón Tiradores No. 3, con 500 hombres experimentados y bien armados, abordo del buque Cartagena, que viene desde Barranquilla; al llegar cuentan con buen respaldo financiero, y pensando equivocadamente, que existe el peligro de una invasión desde Nicaragua (vaya casualidad). Esta falsa noticia tiene como objetivo, dividir las fuerzas del Batallón Colombia, con sede en la ciudad de Panamá (en el Pacífico), el cual ya había mandado al grueso de sus componentes a frenar a los supuestos invasores, antiguos aliados de los liberales, en la guerra recién extinta. A las 5:30 p.m. del día 2, había llegado al mismo lugar una embarcación militar norteamericana, el USS Nashville, con tan sólo 42 marines. Es decir, Colombia supera allí, a Estados Unidos, en una proporción mayor a 10 contra 1.

El contingente colombiano tendría que haber ido a la Ciudad de Panamá (en el Pacífico), porque gracias a labores de inteligencia, se sabía también de movimientos preocupantes, por parte del grupo separatista. Los ejecutivos del ferrocarril, son estadounidenses exmilitares, uno de ellos el Coronel James Shaler, es de los líderes de la conspiración en Colón. Entonces mediante engaños, apartan a los mandos colombianos de la tropa, hablándoles del envío de dos trenes a Ciudad de Panamá, así: uno más cómodo para los oficiales y otro que irá luego, con el grueso de la tropa. Ese segundo tren no viajará, porque les sabotearán el viaje de varias formas, y hasta llegarán a bloquear la vía férrea.

Al desembarcar en Colón, el General Tovar, no quiso atender al Coronel José Segundo Ruíz, quien le tenía un completo informe, de primera mano, sobre las acciones de los separatistas, que implicaban a por lo menos 6 o 7 autoridades de primer orden, de Ciudad de Panamá y Colón, colombianos continentales, entre ellos. Si no que la visita que haría el General, adquirió un carácter más de atender una “invitación”, de quienes estaban en el pacífico, y de allí que aceptara en craso error, dejarse separa de la tropa. Además, se llevó los viáticos, que luego le iban a hacer falta al Coronel Eliseo Torres, quien quedó encargado del Batallón Tiradores. El General Tovar, se porfió, tanto en cuanto, qué en la ciudad de Panamá, también había ejército, pues quedaron los componentes, unos 200 hombres (que no habían marchado a lo de la falsa invasión nica) del Batallón Colombia y en todo caso él, tenía tareas administrativas importantes que hacer allí, que suponen entre otras, en efecto, la remoción del General Huertas de su cargo.

El General Huertas, se reúne en el salón de un cuartel militar, con sus oficiales subalternos, y les da instrucciones escritas, que al leer todos queman en un pebetero, allí dispuesto. Pasan en seguida a una mesa, la cual rodean de pie, y en donde el extiende una suerte de mapa, sobre el que hace indicaciones personalizadas. Los asistentes, cinco en total, asienten.

Junto al General Tovar había llegado en el buque, y viaja con él a la capital del istmo, el General Ramón Amaya, lo cual hacen con poca escolta. Al llegar a la Ciudad de Panamá, los recibe el General Huertas, el General Francisco Castro (Jefe militar en Panamá, vendido) junto al Gobernador José Domingo de Obaldía y el Vicecónsul norteamericano Félix Ehrman, entre otras gentes.  Al arribar los oficiales, siguen siendo objeto del ardid, rindiéndoles honores militares y agasajos, para despistarlos.

Son llevados a un alojamiento (Hotel Jonavé), allí descansan un poco y logran avisarles sobre que algo no anda bien en la ciudad. Piden entonces que se les conduzca al cuartel de Chiriquí, para revisar los pertrechos militares y estar preparados ante cualquier situación, relacionada especialmente con una rebelión (en total, el General Tovar va tres veces al cuartel). 

Estando en el mencionado cuartel, y por orden del General Huertas, el Capitán antioqueño Marcos Salazar, dirigiendo a 14 hombres armados de fusil, con las bayonetas caladas y quienes tenían la orden superior de ir a controlar, con otros compañeros, los posibles desórdenes callejeros, procede a arrestar a los generales colombianos (se arrestan en ciudad de Panamá a 7 Generales). Se desencadenan en lo que resta de ese día 3, los eventos de la independencia panameña.

En la bahía de la ciudad, hay naves de guerra colombianas, que no actúan, ya como consecuencia de la cadena de órdenes corrompidas desde el mando y también por soborno directo a sus comandantes. Solamente, una nave (sin estar lista para ello), por una iniciativa aislada del segundo a bordo del vapor Bogotá, Coronel Jorge Martínez Landínez, hizo de entre 3 a 6 disparos, hacia la ciudad, fruto de lo cual murió el chino Wo Ken Yiu y un caballo quedó herido. También hay un acto heroico, del Capitán Rafael Aranza (Jefe del día, del batallón Colombia), quién primero espada en mano, se dirigió a la soldadesca con gritos de ¡Viva Colombia, abajo los traidores!, y posteriormente al intervenir en una golpiza que recibía un colombiano, casi es linchado por la turba, siendo salvado por el Jefe del Partido Liberal (Gral. Domingo Díaz), que además lo refugió en su casa.

El Gobernador José Domingo de Obaldía es puesto preso, pero cómodamente, en la casa de Amador Guerrero, y como una formalidad para protegerlo, porque es parte fundamental de la conspiración. El Dr. Guerrero creyendo que el ardid iba a fracasar (antes de los apresamientos), se había ido a refugiar en su casa, y es vital en la historia panameña como su esposa, la Sra. María De la Ossa, lo increpó para que fuera a frentear la situación, e incluso lo armó de revolver. En ese momento, los separatistas creen que tan sólo han logrado liberar a la Ciudad de Panamá y sus cercanías, y ven como algo casi ilusorio, poder apoderarse de todo el Departamento, lo cual se logrará en los días siguientes, cuando arriben varias naves norteamericanas de guerra, más poderosas, qué si van a obstaculizar en el Atlántico y en el Pacífico, una posible retoma, que venga desde Colombia continental.

El coronel Eliseo Torres se había quedado al mando de la tropa en Colón, y cuando se entera del apresamiento de sus superiores, se enfurece y amenaza con incendiar la ciudad. Su prioridad es poderse desplazar con todo el batallón, hacia la Ciudad de Panamá. Pero los conspiradores, de los cuales hacen parte, como se mencionó, los directivos del tren, manejan contra él una estrategia de varios pasos: comienzan pidiéndole dinero (que él no tiene), por adelantado, como pago del pasaje en tren, de cada uno de los 500 hombres, con el pretexto que el gobierno colombiano es descuidado en los pagos; luego, y él mismo así lo siente, le hacen ver que está aislado tanto de sus mandos, como del resto de Colombia; seguidamente, le informan que se acerca a Colón, una formidable fuerza naval estadounidense, contra la cual él y su tropa no pueden hacer nada, ya le han pedido ayuda a los 42 marines, que habían llegado antes, y ellos han organizado en secreto a la población civil, como milicianos. Resguardando a las mujeres y a los niños y armando a los pobladores hombres, pero de modo improvisado y que no representaba una fuerza de contención a los colombianos.

A Colón llega el día 5, el General Pompilio Gutiérrez, qué aunque manifestó no estar en misión oficial (sobre lo cual hubo pruebas contrarias), el Coronel le entregó el mando de la situación, y el General lo rechaza y se marcha. Ese mismo día, si llega un refuerzo de 400 hombres estadounidenses, en la nave militar Dixie, en todo caso aún no superan a los colombianos en número. En ese tiempo ya existe un cable submarino (por el Pacífico) entre el Departamento de Panamá y el resto de Colombia, para comunicaciones, el cual es saboteado por los separatistas. En efecto, no puede avisar, no puede pedir más refuerzos y para asegurarse, los conspiradores han bloqueado más adelante la vía férrea. Finalmente, exprimiendo las arcas de la Compañía del Ferrocarril, le ofrecen un recurso de $8.000 dólares, 5 en efectivo y una letra por 3, para que se regrese con la tropa a Barranquilla, en el vapor Orinoco, lo cual él acepta posterior a la llegada de los 400 soldados norteamericanos a Colón, antes mencionada. Queda el interrogante de porqué, a pesar de las vicisitudes, no da el combate en su posición hasta las últimas consecuencias.

El buque Cartagena, que los trajo a la ida, se lo había llevado otro General no citado hasta ahora, Elías Borrero, quien se acobardó. Durante el viaje de regreso, el Coronel Torres se mantuvo ebrio y haciendo alardes por el dinero obtenido, sobre el cual dijo que le permitiría marcharse para Jamaica, entonces la tropa le quitó ese recurso y a él lo arrojan al mar, pero sobrevivió. La letra de 3 mil dólares, la entregó en Cartagena, y no se considera propiamente dentro de la lista de sobornados (que figuran más adelante en este relato).

El General Tovar y sus compañeros generales, pueden marcharse de regreso, amenazados, el 12 de noviembre en el vapor León XIII, por la vía del océano Atlántico. El General Esteban Huertas es nombrado Comandante del Ejército, de la nación recién nacida. Una de sus principales ocupaciones consiste, junto a las fuerzas norteamericanas, en prever los posibles intentos de retoma del istmo, por parte de Colombia.

El Presidente Marroquín, a quien la historia ha responsabilizado principalmente por esta perdida, sabe de los hechos en Bogotá por noticia que llega del embajador en Ecuador, tres días después de los sucesos, y guarda el secreto casi un mes. Hay varias iniciativas, incluso civiles, algunas llenas de coraje y patriotismo, para recuperar el Departamento, de ellas la comisión oficial fue encomendada al General Rafael Reyes (futuro Presidente), que incluía el enlistamiento de cien mil hombres, meta de la que Estados Unidos se mofó, pero que fue que superada. La dificultad del terreno en el Darién, influyó para que el esfuerzo no se concretara; al igual que los panameños, ya apoyados (controlados) por Estados Unidos, rechazaron incluso a dos comisiones de alto nivel, que viajaron a Panamá. 

Fundamentalmente, el presidente T. Roosvelt, tenía la decisión de ser necesario hacerlo, de invadir a Colombia continental, por los puertos de Buenaventura y Barranquilla (Puerto Colombia). Los Estados Unidos, de tiempo atrás y para ello incluso buscaron el consenso de otras potencias, argumentaron que el asunto de Panamá, era de “prioridad para la humanidad”, por lo tanto los derechos de Colombia no iban a estar por encima; por supuesto y en hipócrita actitud, no reconocían que la prioridad era fundamentalmente de ellos, en la urgencia de conectar comercialmente sus dos costas y de tener movilidad en futuros sucesos bélicos, los cuales, vaya si se dieron y de que magnitudes, en el siglo XX.

Fue esta la razón real, por la que se frenaron los esfuerzos expedicionarios, heroicos, mezcla de militares que incluían a los que no pudieron actuar a principios de Noviembre de 1903, así como a voluntarios de diversas clases sociales y regiones, que llegaron hasta la frontera, y que tenían prevista la incursión terrestre, para la retoma de Panamá; particularmente en el lugar conocido como Titumate, costa oriental del Golfo de Urabá, estuvieron meses, hasta ser prácticamente abandonados por el país, ante la inacción del General Reyes, pero la razón de fondo tras ello, es que de una parte manipulando el acuerdo del año 1846, EEUU no permitía el desembarco de efectivos colombianos, con la excusa de “evitar una guerra civil en el Istmo”, pero que triste decirlo, contemplaron hacernos daño, pensaron en dejar caer el “gran garrote”, sobre esta martirizada nación; sin embargo por tierra, Colombia contó con el apoyo patriótico de la comunidad Cuna, y de todas las poblaciones intermedias, entre Urabá y la ciudad de Panamá. 

Lastimosamente se debe mencionar, que algunos líderes de regiones como Cauca (que era todo el Pacífico), Antioquia, Boyacá (en alianza con Venezuela) y Bolívar (que era enorme), también tenían intenciones separatistas; pero en muchas regiones, que incluyeron la costa caribe y especialmente en Bogotá, existió por un tiempo el Movimiento de -La Integridad Nacional-, y el fervor patriótico y de retoma, era total, siendo así por muchos años. Ya como Presidente Rafael Reyes, llegó incluso en intento desesperado, a ofrecer que la capital de la República se trasladara a ese lugar. 

El magnate del acero J.P. Morgan, compra el ferrocarril de Panamá, por un precio ínfimo. En 1904 el General Huertas tiene una participación activa, en el nuevo gobierno panameño, lo que incluyo una gira por Europa, de supuesto estudio sobre ejércitos como el francés y el alemán, para lo cual recibió viáticos de 50 mil dólares. Pero por insistir demasiado en un asunto relativo a dos ministros, hace temer al presidente Amador sobre la posibilidad de un golpe de Estado, entonces también por presión de los Estados Unidos el ejército es disuelto, y el General sacado del juego, bastante pronto. Se retira a una finca que adquiere con el pago del soborno. Tiene 35 años, pasará el resto de su vida criticando las gestiones del gobierno, intentando participar en causas cívicas de menor importancia y ofreciéndose como militar, en situaciones en donde presumiblemente, se puede llegar a requerir de alguno. Fue, o intento ser, ganadero; crió cerdos, caballos y palomas mensajeras. Le gustaban los animales exóticos y quiso montar un zoológico. Para el establecimiento panameño se volvió un estorbo, un personaje incomodo, se hizo recurrente la frase: “¿Hasta cuándo nos fastidiará este mocho?” En alguna ocasión le envenenaron los perros; lo metieron preso por un día, por sedicioso y traidor (vaya, vaya). Le fueron quitando la pensión, finalmente lo abandonaron del todo y como se mencionó al inicio, quedó dedicado a la botella.

Finales de Julio de 1943, viernes en la noche, en una radio General Electric (modelo 40), el exgeneral Huertas en su lecho de enfermo, oye un discurso del Dr. Jorge Eliécer Gaitán, desde el Teatro Colombia en Bogotá, en el cual alerta sobre la posibilidad del regreso de la violencia al campo y sus imprevisibles consecuencias, como las que se vivieron por la Guerra de los Mil Días. Acostado de lado, Esteban no cierra los ojos, y su mirada es de miedo. El día 31 fallece, se encontraba en estado de pobreza, en la inopia.

La República de Panamá lo reconoce con algo de pena, dentro de los "héroes", de su independencia. La República de Colombia, debe encontrarle finalmente, su lugar en la historia. Claramente en textos publicados, es señalado como traidor y protagonista de 1er orden, incluso como sumo responsable, para la realización de los luctuosos eventos. Su falta es, que a pesar de las dificultades que padeciera, era guardián y portador de las armas de la República y las volvió contra ella. Participó en esa revolución, no con propias armas, si no con las de Colombia, pero para despojarla. Y en el balance de nefastos personajes, con responsabilidades muy directas en contra de los intereses de nuestro país, lo acompaña el médico, Amador Guerrero, por otra razón simple: ambos eran nacidos en la Colombia continental, la misma a la que decididamente afrentaron.

En cuanto a los sobornos, también figuran: Francisco de Paula Castro, Comandante Militar en Panamá (25 mil dólares); General Rubén Varón, Comandante del vapor 21 de Noviembre, bahía de Panamá (35 mil dólares); Coronel Luis Alberto Tovar, Comandante del vapor Bogotá, bahía de Panamá (10 mil dólares). Los presidentes Marroquín y Roosvelt, fueron señalados en sus respectivos países, de recibir comisión en el pago que se hizo a Francia, de 40 millones de dólares, cuando se traspasó el negocio del canal. El médico Amador futuro presidente (cogestor del movimiento separatista, desde mayo de 1903), como ya se anotó, obró en parte por revanchismo, y el gobernador Obaldía, era separatista por convicción. ¿Y en qué consistía esa convicción? En el documento oficial de la independencia, en Panamá escribieron de esta forma: -que se iban sin alegría y sin rencor, como el hijo que abandona el hogar paterno, buscando una mejor situación-. La cual más o menos tuvieron, sobre todo los primeros treinta años. También querían apartarse de un país que consideraban con razón, violento.

El caso pensó en llevarse a La Haya, Países Bajos, al Tribunal Permanente de Arbitraje, creado en 1899, más de seguro no hubiese pasado mayor cosa con ello. Colombia sólo reconoció a Panamá, como país, 21 años después de estos hechos. El nuevo país sufrió una humillante ocupación de facto, durante todo el siglo XX, por parte de Estados Unidos, la misma que Colombia rechazó en la no aprobación por parte del Congreso, en debate liderado por Miguel Antonio Caro, sobre el Tratado Herrán-Hay, en 1903. Por lo menos un tercio de la población panameña, estuvo aguardando durante décadas, la reintegración con Colombia, y haciendo prevalecer en el istmo los valores colombianos.

Lo que se llama para efectos de diferenciación como “Gran Colombia“, pero que Simón Bolívar llamó simplemente Colombia, tuvo territorios que hoy hacen parte de las siguientes naciones: Costa Rica, Nicaragua, Brasil, Perú, Panamá, Ecuador, y Venezuela. Para las tres últimas, de manera total.

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Bibliográfía

 -“Cómo Wall Street creó una nación”. Ovidio Díaz Espino, Editorial Planeta. 2003.

 -"General Esteban Huertas". Publicaciones Continentales, Panamá. 1959.

 -“Historia de Colombia”. Rafael M. Granados S.J. Instituto Caro y Cuervo. 1972

 -"Historia de la Independecia de Panamá”. Catalino Arrocha Graell, The Star & herald co. 1933.

 -"La clave de la Compañía del Ferrocarril de Panamá”. La Estrella de Panamá. 15.11.15

 -“La separación de Panamá, desde el punto de vista militar”. Coronel (r) Guillermo Plazas Olarte. Editorial ABC. 1987

-“La verdadera historia de la separación de 1903”. Olmedo Beluche, Articsa. 2003.

 -“Leyenda Negra”. BBC Mundo. 31.10.03

 -“Panamá y su separación de Colombia”. Eduardo Lemaitre, Biblioteca banco Popular. 1971.

 -“Separación de Panamá: La historia desconocida”. Olmedo Beluche, Revista Credencial Historia, Edición 166. Octubre de 2003.

 -“Sobre la intervención del gobierno americano y los agentes de Wall Street, el caso panameño”. Investigaciones del Congreso de Los Estados Unidos de América. 1904, 1906 y 1912.

 -“3 de Noviembre de 1903, el día en que Panamá proclamó su independencia”. Ovidio Díaz Espino, Revista Credencial Historia, Edición 164. Agosto de 2003.


Ejército de Colombia, Ciudad de Panamá, finales del siglo XIX
Fotografismo sobre imagen de la www.

Nota: Un pionero que no se puede dejar de mencionar, en dar a conocer esta perspectiva histórica, fue el Doctor Oscar Terán, con sus "Obras completas", 3 tomos (Imprenta motivos colombianos), en Panamá. 1935.

paulofduquer@outlook.com